Entra el calor en casa poco a poco y me dejo hacer. Contagiándome de todo lo que eso significa. Salidas al balcón, pantalón corto –siempre tan agradecido-, paseos en la noche de este barrio que cada vez cala más en cada una de las miradas... Todo vale. Y vuelven los pensamientos que sólo aparecen en verano, cuando disfrutamos cavilando bajo las orugas de los árboles de la plaza de San Ildefonso o de Argumosa. Sabiendo que hemos sido la primera generación que ha conseguido detener el paso del tiempo. Vivimos igual que hace veinte años, vestimos igual, hacemos las mismas cosas. Ahora tenemos algo más de dinero, viajamos más y tenemos iPod. Editamos nuestros vídeos en casa y tenemos toda la música que queremos. Nuestros cantantes y actores favoritos son nuestros amigos y las fiestas las hacemos en casa, pero vivimos igual. Bueno mejor.
Pensamos también que el verano es bueno, sin acordarnos de las tardes de Julio sofocantes, a las tres de la tarde, cuando estamos seguros de no sobrevivir mientras nos encontramos subiendo una cuesta traicionera. Odiamos la canción del verano, pero en alguna fiesta de cumpleaños, o en las Vistillas acabamos bailándola suscribiendo cada nota, no sin cierta vergüenza.
Nos enzarzamos en disquisiciones interminables con la sana intención de arreglar el mundo o de llegar al acuerdo de que esto no hay quien lo arregle a estas alturas, consenso al que año a año llegamos antes. Y recordamos, reprochamos y sobre todo proyectamos un futuro de veranos y veranos en los que cada uno de nosotros hará aquello que quiera. Disfrutando cada minuto, trabajando su lento y calculado declive hasta el dulce final. Dejándose llevar en un mundo sin obligaciones, sin otras exigencias que estar juntos, al lado de quienes queremos y haciendo aquello que nos plazca. Sólo escribir esto, me provoca una sonrisa nerviosa que quisiera compartir con todos vosotros. Hemos fantaseado tantas veces ese momento –cada vez más cercano- que le somos acreedores.
Y si a esta fantasía se le suma una dulce compañía –de una ardilla, por ejemplo, que no nació de padres, sino que salió de debajo de una roca azul, preciosa- como sucede en las noches de este verano, la imagen es redonda. Como un sueño. Por eso este año, más que nunca, me dejo hacer. Subo al árbol cada noche y converso con ella al fresquito, para arreglar el mundo, o para llegar al acuerdo de que esto no hay quien lo arregle. Como un sueño.
|
2 comentarios:
berano rriko....¡¡
yega vien este año.
degando a la primabera florecer.
siento un berano de rocio,el q siento a flor de piel.
estamos preparados pa´hafrontarlo
sin seqedaz.
asta me permito las faltas de horto-grafias,por q hestamos preparao´s
a por hél.¡¡¡
(pa´ mi sombra y su alfreggkihko)
Alguna que otra falta te has permitido, hermoso. Tú lo del cole, ni en Berano ni en Hinbierno.
Un besito.
Publicar un comentario