20080103

Buenos Aires... Por no parar

Por fin... Llegué. Tantos significados. Tanto tiempo esperando llegar. Ir. Estar. Respirar, ser. Por fin pude descubrir, o mejor, comprobar qué era, cómo era. Como tantas veces había pensado, imaginado, casi sentido. A falta de un poco de aventura, aunque es cierto que últimamente me conformo con poco, -cada vez con menos- pero todo me lo quedo conmigo, dentro, en un bolsillo interior que queda cada vez más lleno, más apretado, junto al corazón.

Muchas caras nuevas, todas ellas con una sonrisa. Otras, echadas de menos por ausentes (el verano que nos traslada de lugar en todas partes), y la constancia de Nora y de su gente.

Y de pronto, el sueño se cumplió. Allí estaba. Fue -era- verdad. Todo estaba allí. No era un decorado. No era una historia inventada. No había sido una colección de novelas o de cuentos bien organizados. Era yo el que estaba paseando frente a la casa rosada y el que tomaba una Quilmes. El que se dejaba enredar entre doce millones de habitantes que caminaban de un lado a otro tras doce horas de vuelo. Todo tan sencillo. Ferrán no se lo había inventado. Y podía comprobar en cada esquina como era verdad lo que me había contado. Lo estaba viviendo.

Dejarme volar a cada paso, sudando, disfrutando con el tráfico imposible y con el caos que me atrapaba lentamente solo cuando yo me dejaba. Saber que estaba respirando un aire que me era familiar, que formaba parte de mí. Saber, igualmente, que voy a volver. A Palermo Soho, a Puerto Madero y a San Telmo. Comprender ahora porqué canto tangos y me llegan dentro. Dejarme llevar por la sensación de que aún tengo cosas que hacer en Buenos Aires. De que todavía hay personas a las que tengo que conocer allí y que mi bruja -la otra- quizá no se estaba equivocando de profecía, sino de viaje. En todo caso, sigue siendo -como desde hace tanto tiempo- cuestión de paciencia. Cuestión de tiempo. De ese tiempo que aquí parece acabarse, pero que en Corrientes parece detenerse un instante.

No hay comentarios: