El mejor ejemplar, tuvo hongos este invierno, pero yo, como Mila Jardinera (protagonista de un cuento infantil que yo releía a menudo cuando tenía la edad) conseguí salvarla de una muerte segura, con ayuda de Luis.
Sin embargo, y como Almudena decía, la planta se "había empalotado", y estoy totalmente entregado a la jardinería de interior, corté un tallo desnudo y lo partí en cuatro. Dos sin hojas (que puse en agua) y dos con hojas (que planté en un tiesto). Poco a poco, la maceta fue expulsando las hojas, entre estertores y olor a muerte.
El sábado, a punto de tirar la toalla, amaneció un minúsculo y luminoso brote verde que fué toda una promesa de vida.
Corrí al jarrón con agua en la cocina y pude comprobar, casi con lágrimas en los ojos, que tenían raíces y estaban gritando por plantarse en tierra firme. Esta misma semana lo haré y las llevaré a la oficina, para que otros -muchos otros- consigan esquejes de esta planta mágica que sobrevive a todo y a todos y que vale para hacerse vestidos con las hojas.
Espero que esto sea una señal de vida en casa y que, en algún momento -no muy lejano- me encuentre a alguien de vez en cuando por el pasillo ;-)
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