20070304

Azar

Mirando desde el callejón. Casi gritando que no hay salida. Después de haber dormido tanto tiempo pensando que, finalmente, algo vendría a compensarnos. Que no estábamos abandonados a la fría estadística o al azar. Comprendemos, mirando desde el callejón, que esto-no-toca. Que nada suma, ni resta. Nada puntúa. Simplemente ocurre; como ocurre todo lo de más. Lo de los demás. Aquellos que no nos importan, a los que no queremos porque no sabemos que existen. Da lo mismo. Para todos igual. Nada puntúa, ni queda registrado. Cada instante es volver a empezar. Cero.

A veces parece que está allí. Al fondo del callejón. Como una luz tenue que revienta al fondo con miedo. Y puede que esté. Pero no es un tributo. No es un pago por una factura pendiente. Nada le importa al azar. Llega –si llega- porque tiene que llegar. No-toca. Ni tocaba, ni el maldito “ya era hora que me tocara”. Por eso no merece la pena que quedemos esperando. Lo que deseamos llegará, mordaz, -o no- y eso es, y será todo.

Solo que, a veces, sentimos la tentación de negarlo todo, de sentirnos ingenuos, torpes, desmerecidos, o maltratados. Y entonces nos entristecemos, buscando nuestro turno. Miramos desde el fondo del callejón, buscando Nuestra Vez, que dudosamente llegará si la suerte nos ignora. Será un accidente. Entonces, esas veces, nos harán llorar, por la misma pena. La desilusión de los niños se hará con nosotros. Nos dolerá, mientras luchamos por no entender la Regla. Comprobaremos, una vez más, seguramente con dolor, que todo sigue siendo casual, como siempre.

Aunque, por si acaso, seguiremos asomándonos al fondo, donde la luz. Por si aparecemos en la Lista. Por si esta vez [Él/ellos/esto] no se han olvidado de nosotros. Mendigando fortuna donde no existe. Implorando ventura merecida. Y volveremos a quedarnos tristes, cada vez más viejos comprobando como en este caso la Ley solo gobierna excepciones, y nosotros no somos una de ellas. Quizá daremos una leve patada a algún objeto muerto en la acera. Si nos quedan fuerzas y apariencia.

Y quizá volveremos una vez más a casa. Con nuestra mejor chaqueta de punto. Buscando la voz que debería calmarnos. Consolarnos. Predecirnos un destino lleno de sueños y de deseos cumplidos. Pedirnos paciencia, como siempre. Tiempo de espera, confianza. Hacernos sentir confortables con el destino. Darnos esperanza para el siguiente tramo de vida. Aunque para entonces ya sabremos que se trata todo de una mentira que se cuenta a los niños, de noche, cuando los monstruos les visitan en las sombras.

No hay comentarios: