20080825

Volando voy...

Están todos en destino. Llaman para decir que prolongarán sus vacaciones unos días más. Muchos. Interminablemente. Están descansando en hamacas de trozos de nube y de sal marina. Hotel todo incluido de por vida para sentirse tranquilos y dedicarse a descansar. Patricia ha pedido habitación doble porque sabe que puede haber plan y luego no quiere problemas. Isaac ha conseguido una excelente cuna para su bebé, por lo que se suma al grupo sin miedo.

Pasarán tanto tiempo como puedan. Hemos acordado que tendrán un último contacto con los suyos para comprobar que están bien y que todo lo demás ha de seguir como siempre. Alguno de ellos han decidido dejar a sus familiares algunos objetos personales, para que les recuerden, aunque es prácticamente unánime en todo el pasaje que el mejor recuerdo que pueden tener son sus corazones, que seguirán en casa para siempre, con aquellos que les quieren y a los que quieren. Estará sobre la cama o en la cocina. En la pecera o en la funda de las gafas que olvidaron llevarse.

Por eso han tomado un avión que no regresará. No lo necesitan. Eugenia y Jorge comentaban durante el viaje, que no habían cogido ropa de abrigo, pero no importa. La temperatura en destino es la justa. Personalizada.

Sus familiares y amigos se han puesto un poco tristes en estos últimos días. Por eso Iván no entiende nada, y le parece injusto y egoísta. Rafael piensa que debe haber un error en todo esto y Soco no se explica cómo Carlos no ha contado con ella para este cambio de planes.

Por eso, por las noches, gritan y lloran en lugar de dormir. No quieren entender, solamente quieren que vuelvan. Por eso se arañan el rostro con la rabia de quien ha perdido una parte de lo suyo.

Es extraño que estemos siendo unos extraños profesionales los que intentamos explicarles la situación y apaciguar su dolor por la separación definitiva. Sin embargo, depositan en nosotros la confianza y el miedo. La duda y el desgarro de saber que la próxima vez que los vean será la última: la despedida final. No servimos para nada en esos momentos. Pero extrañamente nos convertimos en su guía por un camino incierto, desconocido y doloroso. Que da miedo. Mucho. Como otras veces ha ocurrido con estas decisiones incomprensibles. Nos gusta estar en ese último encuentro, para darles fuerzas por si flaquean y desean retenerles o partir con ellos. Les ayudamos a encontrar consuelo y les ponemos en el punto cero del resto de sus vidas.

Solamente podemos decirles que fue bueno lo que les queda de cada uno. Las tardes en invierno y las paellas al sol. El último día en el parque de atracciones y aquella sonrisa, inolvidable en el último viaje que hicieron juntos. Que estarán bien donde vayan y que algún día volverán a estar juntos porque es lo justo.

Por cierto, me dicen que María Luisa ha decidido sumarse a última hora a estas vacaciones por sorpresa. Javi, su niño de ocho años tomado la delantera en la decisión y por eso no se lo ha pensado más.

Buen viaje –el mejor de todos- a cada uno.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he acordado mucho de vosotros estos días. De ti especialmente. De Fortuño (no sé por qué). Por la panzada a currar de aquella noche de marzo.

Me he echado de menos porque me gusté y ahora no me gusto tanto.
Espero que dentro de cuatro años me guste más que entonces y tenga a alguien como tú tan cerca como entonces para confiar en un crío de 25 años que aún no había terminado la carrera.

Nos vemos entonces

Asociación Haz dijo...

Con el pelo rosa fucsia, cabrón. Era el mejor distintivo. Te lo he dicho mil veces. Eres el mismo. O mejor. Créeme. Estás dentro de tí todavía. Muchas gracias. Yo tampoco olvidaré tu pelo en IFEMA hace cuatro años. A Tí ya sabes que no te olvido. Besos.

DaveWh dijo...

Tú relato me ha parecido simplemente genial. Eso sí no te lo creas que luego no hay quien te aguante.
Por cierto yo no quiero volver a vivir nada parecido a 11-M o Barajas-Spanair. Pero si espero que estemos cerca.

Asociación Haz dijo...

Últimamente voy entendiendo que cuanto menos [me] crea, mejor me va. Malegro que te guste. Yo no estoy del todo contento porque no termina de explicarlo todo, pero así es la forma, hijo, un eterno sacrificio (jeje). Que sepas, que por derecho, que si hubiera otras, estaremos siempre juntos, aunque tú o yo no nos podamos acercar. Uno de los mejores momentos fue verte llegar el sábado por la mañana. Fue como encontrarme conmigo mismo cuando estaba perdido por completo. Un beso azul...