20090707

Ibiza... por no parar

Mis tareas me han traído a Ibiza, donde hace tantos años decidí dejarme el corazón, enamorado hasta las trancas de mi compañero de instituto Alberto, en aquel fin de curso adolescente y torpe. No había pensado en él desde hace mucho tiempo, pero buscando una excusa para introducir el post lo he recordado. He repasado la inseguridad que me provocaba mi cuerpo -casi como ahora- y lo vulnerable de mi ánimo cuando él estaba cerca.

Cierto que he vuelto a Ibiza un buen número de veces, pero aquélla eclipsa todas las demás. He venido con David, casi siempre a ver a Daniel, pero el espíritu de Alberto, y su rubia cabellera que lo justificaba todo, convierte el resto de mis viajes en un vago recuerdo sin sustancia.
Qué bueno era quedar exhausto entonces, y sin aliento, cuando el otro nos miraba o no nos miraba -daba lo mismo-. Qué bueno, andar sin aliento todo el día y todas las noches.

A Alberto le entregué mi corazón miles de millones de veces, aunque él no lo quiso nunca. Debió quedar en Cala Conta o en Cala Tarida tirado entre la arena. Alberto era burro. Y cabezota. Aunque ahora que lo pienso, quizá no se lo dejé suficientemente claro, con ese hilillo de voz insegura y débil que salía de mi garganta en aquellos años. Creo que nunca se lo ofrecí en voz alta, de hecho. Casi todas las veces debí decirlo con los ojos, o rozándole un codo en el pupitre. Debí haberlo gritado un poco más alto. O por escrito. Con un dibujo. Como los de mi amigo Aitor. Aitor Saraiba. Que es superlisto y muy expresivo dibujando sentimientos que tienen las personas dentro.

Ahora, una vez aprobado el instituto, el amor se asoma muy débilmente a mi cuarto. Y lo hace de una manera más práctica y más en otro rollo. Es amor que va de otro palo. Distinto e irreconocible la mayor parte de las veces. Por eso me gustan los dibujos de Aitor, porque contienen el amor que poco a poco se me ha ido escapando entre los viajes y los compañeros de pupitre.

Ayer llegué a Ibiza por motivos de trabajo, y existe la posibilidad de tener que pasar aquí mucho tiempo, como ha pasado con Sevilla en los últimos ocho meses. Cierto es que, con o sin Alberto, hago estas cosas por no parar.

4 comentarios:

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Es usted una caja de sorpresas... Sea en Ibiza, en el instituto o en el escenario de un karaoke.

Le leo.

jorge dijo...

yo le habría llevado a alberto el papel dibujado de tu pupitre al suyo, con el corazón bien atado con gomas y en relieve, para que no se escapara su latido revuelto y niño.

Asociación Haz dijo...

En aquel entonces yo no conocía los dibujos de Aitor Saraiba. Lástima.

Asociación Haz dijo...

P.D. No sabes lo que me ha impresionado, Jorge, que llamaras a Alberto por su nombre. Se me ha removido algo pequeñito dentro y casi he podido oir como sonaba el timbre para volver a clase... jó.