20090531

Mis ángeles de la guarda

Cuatro esquinitas tenía mi cama cuando era pequeño. También tenía cuatro angelitos que me la guardaban. Ahora tengo más ángeles. Bastantes más. Ellos no saben que lo son, pero están para cuidarme. Lo hacen. Sin querer a veces. Me toman en sus brazos sin darse cuenta y me quieren y me transportan a mundos más seguros. Donde creo que todo está bien. Donde me siento bien. Y me ayudan.

Me asomo a mi propio blog con vergüenza y con anhelo. Intentando que, de nuevo, como otras veces me lleve lejos o me ayude a dormir. Me tenga en cuenta y me quiera un poco. Ahora que el tiempo, poco a poco, va poniendo a cada uno en sus lugares. Qué sencillo es. Simplemente, los días pasan y cada cosa busca su acomodo.

Mis ángeles de la guarda son, en realidad ángeles como de sport. Casuales. Que llegan y se instalan angelicalmente en mi vida y me sirven de momento. Así que es una suerte contar con ellos. Saber que están allí y que van a salvarte con un toque de teléfono o un comentario en facebook. Qué suerte de pronto, mirarte a los ojos y descubrir que alguien te ha puesto definitivamente optimista para el resto del día. También tienen rachas. Es mucho más fácil ser uno de mis ángeles de la guarda en un día soleado como hoy que en los días tristes y feos que nos han precedido. Por eso, ahora en primavera, surgen más ángeles de la guarda en mi entorno, que vienen a visitarme y a protegerme, a cuidar cada una de las cuatro esquinitas que tiene mi cama.

Mis ángeles de la guarda me ayudan a diferenciar entre el bien y el mal. Como no tienen mucho consenso entre ellos, a veces me confunden, pero a fin de cuentas, yo también tengo muchas caras y muchas facetas y vivo muchas mañanas diferentes (y muchas noches), de manera que así, puedo también elegir el ángel de la guarda dependiendo de la esquina de la cama en la que esté en cada momento.

Es verdad que también voy eligiendo a mis ángeles dependiendo del área vital en que me encuentro: tengo unos para los consejos laborales, otros que supervisan mi vida afectiva, algunos se encargan de protegerme de las amenazas de desconocidos y otros me dan indicaciones sobre las relaciones familiares. También los tengo para los planes de vacaciones y las decisiones domésticas.

No siempre les hago caso, todo hay que decirlo, aunque son las menos. Con el paso del tiempo, he llegado a comprender que son como una especie de moral diferida, y que si no hago lo que proponen o sugieren –nunca ordenan- me suelo encontrar mejor conmigo mismo.

Por eso los valoro tanto. Por eso no puedo vivir sin ellos. Por eso les quiero tanto y les doy mi corazón. Por esos son mis ángeles de la guarda. Por eso les dejo que cuiden las esquinitas que mi cama –aún de mayor, sigue teniendo.

1 comentario:

jorge dijo...

me reconforma verte de nuevo, con tímido avance, en este lugar fundado y tuyo. ojalá te ocupe y te dé dicha. la mereces.